Los criterios diagnósticos para el Trastorno de Ansiedad Generalizada, según el DSM-IV-TR:
a) Ansiedad y preocupación excesivas (expectación aprensiva), que están presentes más días que ausentes, durante al menos seis meses, sobre una amplia gama de acontecimientos o actividades (como el rendimiento laboral o escolar).
b) Al individuo le resulta difícil controlar este estado de constante preocupación.
c) La ansiedad y preocupación se asocian con tres (o más) de los seis síntomas siguientes (estando algunos síntomas presentes más días que ausentes durante los últimos seis meses) (Nota: En los niños sólo se requiere uno de estos síntomas):
- Inquietud o impaciencia.
- Fatigabilidad fácil.
- Dificultad para concentrarse o tener la mente en blanco.
- Irritabilidad.
- Tensión muscular.
- Alteraciones del sueño (dificultad para conciliar o mantener el sueño, o sensación al despertarse de sueño no reparador).
d) En el centro de la ansiedad y de la preocupación no se limita a los síntomas de un trastorno del Eje l (por ejemplo, fobia social, trastorno obsesivo-compulsivo, etc.), y la ansiedad y la preocupación no aparecen exclusivamente en el transcurso de un trastorno por estrés postraumático.
e) La ansiedad, la preocupación o los síntomas físicos provocan un malestar clínicamente significativo o deterioro social, laboral o de otras áreas importantes de la actividad del individuo.
f) La perturbación no se debe a los efectos fisiológicos directos de una sustancia psicoactiva (por ejemplo, drogas) o a una enfermedad médica (por ejemplo, hipertiroidismo) y no aparecen exclusivamente en el transcurso del estado de ánimo, un trastorno sicótico o un trastorno generalizado del desarrollo.
El factor predominante del TAG es la preocupación excesiva no centrada en una situación u objeto específicos y el énfasis en los síntomas fisiológicos que acompañan a la ansiedad. Los niños que presentan este trastorno informan de preocupación en una gran variedad de áreas, tales como acontecimientos futuros, desempeño, seguridad personal y evaluación social. No son raras las quejas somáticas tales como dolores de estómago y de cabeza. Estos niños, además, tienen una marcada conciencia de sí mismos y frecuentemente buscan la aprobación de los demás. Son descritos como “perfeccionistas”, “ávidos de complacer a otros” y “excesivamente maduros”.
Las cogniciones de los niños ansiosos se caracterizan por un exceso de pensamientos negativos, de distorsiones como personalización y catastrofización y por una alta frecuencia de pensamientos de afrontamiento no modulados, que interfieren con su desenvolvimiento cotidiano.
En el aspecto social, algunos de estos chicos tienen dificultades en las relaciones con sus compañeros y éstos los perciben como tímidos y aislados.
En cuanto a las características de las familias de los niños ansiosos, la escasa información disponible sugiere que éstas presentan algún tipo de disfunción, en comparación con familias de niños no ansiosos. Algunos de los problemas encontrados son sobreprotección y ambivalencia hacia el niño e insatisfacción marital.
Para recibir un diagnóstico de TAG, las preocupaciones e inquietudes de las que informa el niño no deben estar relacionadas con ningún otro trastorno de ansiedad, así la diferenciaremos de la fobia específica (la ansiedad del niño se centra principalmente en un objeto o acontecimiento específico), la fobia social (centrada en una situación social) o del trastorno por ansiedad de separación (separación de una persona significativa).
La característica esencial del trastorno de pánico (TP) es la presencia recurrente de ataques de pánico, que pueden durar minutos u horas y consisten en una serie de síntomas aversivos, somáticos y cognitivos que, a menudo, alcanzan su máxima intensidad en los primeros 10 minutos, antes de disminuir gradualmente. Los síntomas más característicos de los ataques de pánico son:
- palpitaciones, sacudidas del corazón o elevación de la frecuencia cardíaca;
- sudoración;
- temblores;
- sensación de ahogo o falta de aliento;
- sensación de atragantarse;
- opresión o malestar torácico;
- náuseas o molestias abdominales;
- inestabilidad, mareo o desmayo;
- sensación de irrealidad o despersonalización (estar separado de uno mismo);
- miedo a perder el control o a volverse loco;
- miedo a morir;
- parestesias (sensación de entumecimiento u hormigueo);
- escalofríos o sofocos.
La mayoría de los individuos que sufren un TP experimentan ansiedad generalizada entre los episodios de pánico, ansiedad anticipatorio y agorafobia.
Los niños con temor o ansiedad excesiva tienen dificultad para controlar la presencia de cogniciones negativas, las cuales son irracionales y catastróficas.
Se ha encontrado una prevalencia alta de cogniciones estratégicas de afrontamiento en niños no ansiosos. Esto apoya la hipótesis de que la prevalencia de pensamientos de afrontamiento centrados en la tarea puede ser un indicador de la ansiedad o del estilo cognitivo centrado en la preocupación, el cual interfiere con la realización de ésta.
Los niños con TA presentan un sesgo atencional hacia los estímulos amenazantes.
Los acontecimientos estresantes de la vida y las respuestas y dinámicas parentales y familiares pueden servir también como estímulos desencadenantes de estos ataques de pánico.
la evaluación en este tipo de trastornos debe ser muy cuidadosa e involucrar diversas estrategias, teniendo en cuenta los diferentes ambientes, las posibles personas que puedan brindar información sobre el niño y la comorbilidad con otros trastornos que pueden presentarse, priorizando sobre cuál de ellos puede ser la base y el agente de mantenimiento de la problemática. Se requiere todo esto porque la meta definitiva está en identificar el tipo de ayuda que los niños y adolescentes necesitan y el poder, de este modo, programar adecuadamente el plan de tratamiento.
Diversos instrumentos utilizados son: entrevistas semiestructuradas, entrevistas estructuradas, autoinforme, observación análoga (cuando se diseña una situación que genera ansiedad o miedo) y la evaluación psicofisiológica.
Terapias cognitivo-conductuales
La terapia cognitivo-conductual ha tenido gran desarrollo en lo referente al manejo de los trastornos de ansiedad de los niños. Este enfoque generalmente se refiere a una integración de estrategias a nivel cognitivo, conductual, familiar y social para lograr un cambio comportamental.
Programa integral cognitivo-conductual de Kendall
En la fase de adquisición de habilidades, al niño o adolescente se le enseña a:
- Ser consciente de las respuestas físicas que presenta ante sus emociones, específicamente de ansiedad.
- Reconocer que sus autoverbalizaciones están asociadas con sentimientos.
- Utilizar habilidades de solución de problemas para modificar sus autoverbalizaciones y promover su afrontamiento.
- Autoevaluarse y reforzarse.
En esta fase también se enseña a los padres y al joven la naturaleza del miedo y la ansiedad y sus reacciones concomitantes (respuestas subjetivo-cognitivas, conductuales y fisiológicas) y se incorpora el uso de contratos de contingencia, explicando los conceptos de refuerzo positivo y extinción.
Durante la fase práctica del tratamiento, el niño participa de una exposición gradual, tanto imaginaria como en vivo, a las situaciones que le provocan ansiedad.
El tratamiento psicosocial de Silverman y Kurtines
Su estrategia se fundamenta en el principio de que los cambios terapéuticos eficaces a largo plazo en los niños involucran una transferencia de control gradual que va del terapeuta a los padres y al niño. El enfoque del tratamiento es eminentemente pragmático y se caracteriza por estar focalizado en el problema, orientado hacia el presente, estructurado y directivo.
La exposición es la estrategia terapéutica clave utilizada en este tratamiento y se aplica a todos los trastornos de ansiedad. Las formas de exposición utilizadas con los niños son tanto en vivo como en la imaginación y de presentación gradual.
Un elemento clave de entrenamiento es la reestructuración cognitiva y la autorrecompensa.
Intervención familiar de Barrett, Rappe y Dadds
Los enfoques familiares de carácter conductual basan sus intervenciones en el aprendizaje social y se centran en la forma en que los padres modelan y refuerzan las conductas de ansiedad, miedo o evitación de sus hijos y en lo que ellos pueden hacer para cambiar dichas conductas.
En este proceso terapéutico familiar, en primer lugar, se enfatizó, tanto a los niños como a sus padres, la importancia de una comunicación sincera de sus pensamientos y sentimientos, la participación conjunta en el contenido y los procesos de la terapia y la identificación de los cambios positivos que se dieran por parte de los miembros de la familia y su consecuente refuerzo.
Como objetivos:
- Proporcionar un entrenamiento a padres sobre cómo premiar contingentemente la conducta y extinguir la ansiedad excesiva en el niño.
- Enseñar al padre cómo identificar sus sensaciones emocionales, con el fin de que tomara conciencia de sus propias respuestas de ansiedad ante las situaciones estresantes y adoptara estrategias adecuadas ante las situaciones temidas.
- Brindar un entrenamiento en habilidades de comunicación y solución de problemas a los padres para que enfrentaran, lo mejor posible, los futuros problemas y mantuvieran los beneficios terapéuticos. Este entrenamiento siguiendo los pasos: a) Manejo de conflictos, b) Discusiones diarias, y c) Solución de problemas.
En los últimos tiempos se ha enfatizado igualmente la participación de los padres en los tratamientos de los niños, no sólo por el importante papel que puedan desempeñar como agentes generadores del cambio comportamental de sus hijos, sino porque los datos existentes han comenzado a demostrar que ellos también presentan comportamientos ansiosos que, d alguna manera, generan y/o mantienen los trastornos de los niños.