RETRASO MENTAL

RETRASO MENTAL

El retraso o deficiencia mental engloba a un grupo de personas muy heterogéneo que se distingue por su dificultad para afrontar los aprendizajes escolares y el funcionamiento independiente en la comunidad.

No debemos utilizar la expresión retraso mental para referirnos a aquellos individuos con niveles de inteligencia y adaptación que solamente requieren un apoyo intermitente o limitado en sus vidas; así como, siempre que sea posible, antepondremos el término “persona con”, a la etiqueta de discapacidad.

El retraso mental supone, básicamente, una capacidad intelectual general significativamente inferior al promedio que se acompaña de limitaciones significativas de la actividad -habilidades, según la terminología de la AAMR[1]– adaptativa en por lo menos dos de las siguientes áreas de habilidades: comunicación, cuidado de sí mismo, vida doméstica, habilidades sociales/interpersonales, utilización de recursos comunitarios, autogobierno, habilidades académicas funcionales, trabajo, ocio, salud y siguridad. Su inicio debe ser anterior a los 18 años de edad.

Una capacidad intelectual significativamente inferior al promedio se define como un CI situado alrededor de 70.

Por su parte, la actividad adaptativa se refiere a la eficacia con la que los sujetos afrontan las exigencias de la vida cotidiana y al nivel de destreza esperable en alguien situado en su grupo de edad, origen sociocultural y comunidad. Pruebas recomendables para medir la conducta adaptativa general son el Inventario para la Planificación de Servicios y la Planificación Individual (ICAP, Montero 1993).

Codificación de los niveles de retraso mental

Código

CIE-10

DenominaciónCódigo CIE-9 MCRangos CI (DSM-IV-TR)Rangos CI CIE-10
F70.9R.M. leve (o ligero)[317)Entre 50-55 y 70Entre 50 y 69
F71.9R.M. moderado[318.0)Entre 35-50 y 50-55Entre 35 y 49
F72.9R.M. grave[318.1)Entre 20-25 y 33-40Entre 20 y 34
F73.9R.M. profundo[318.2)Inferior a 20 o 25Inferior a 20
F79.9R.M. de gravedad no especificada[2][319)
Retraso mental leve

Estas personas suelen desarrollar habilidades sociales y de comunicación durante los años preescolares (0-5 años de edad), tienen escasas limitaciones sensoriomotoras y con frecuencia no es detectable hasta que entran en la escuela, momento en que suelen aparecer dificultades relacionadas con contenidos académicos y problemas de conducta. En su vida adulta, suelen adquirir habilidades sociales y laborales adecuadas para una autonomía mínima, pero pueden necesitar supervisión, orientación y asistencia, especialmente, en situaciones de crisis sociales o económicas. Contando con apoyos adecuados, los sujetos con retraso mental leve acostumbran a vivir satisfactoriamente en la comunidad.

Retraso mental moderado

La mayoría de las personas en este nivel adquieren habilidades de comunicación durante los primeros años de la niñez. Pueden beneficiarse de una formación laboral y, con apoyos, atender a su propio cuidado personal. Pueden beneficiarse también de un entrenamiento en habilidades sociales y laborales, pero es improbable que progresen más allá de lo que constituyen contenidos básicos en materias escolares. Durante la adolescencia, sus limitaciones en habilidades sociales pueden interferir en sus relaciones con los demás. En la etapa adulta, la mayoría son capaces de realizar trabajos no cualificados o semicualificados, con apoyos, en talleres protegidos o en el mercado general del trabajo. Se adaptan bien a la vida en comunidad, aunque puedan requerir también apoyos para la vida independiente.

Retraso mental grave

La necesidad de apoyos extensos y generalizados en personas con este nivel de retraso suele estar en muchos casos relacionada con problemas de salud o físicos.

Entre las principales limitaciones que presentan están: baja tasa de adquisición de nuevas habilidades, dificultades en el mantenimiento y generalización de habilidades aprendidas, déficit en habilidades de comunicación, deficiente desarrollo físico y motor, déficit en habilidades de autoayuda y frecuencia de conductas desadaptativas. Una adecuada programación educativa permite a estas personas mejorar sustancialmente en sus aprendizajes y habilidades adaptativas. Esa programación debe ser funcional, individualizada y adaptada a la edad cronológica.

Retraso mental profundo

Las limitaciones físicas y de salud, así como las consideraciones psicológicas emocionales, están también presentes, y en mayor medida que en el caso anterior. Las habilidades básicas como son la comunicación y el cuidado personal, especialmente importantes para este grupo, pueden mejorar si se les somete a un entrenamiento adecuado.

La AAMR no clasifica a los individuos según los niveles de retraso intelectual, sino que clasifica sus capacidades y militaciones teniendo en cuenta cuatro dimensiones:

  1. Funcionamiento intelectual y habilidades adaptativas.
  2. Consideraciones psicológicas/emocionales.
  3. Consideraciones físicas y de salud.
  4. Consideraciones ambientales.

Las cuatro intensidades de apoyos posibles son intermitente, limitado, extenso y generalizado.

Epidemiología

La tasa de prevalencia del retraso mental ha sido estimada aproximadamente en un 1 %. Sin embargo, diferentes estudios han hallado tasas distintas en función de las definiciones utilizadas, los métodos de evaluación y la población estudiada. Puede decirse que es más correcto hablar de una tasa aproximada del 2 % de la población cuando hablamos de Europa occidental y de Norteamérica.

Teorías

Evaluación

Los criterios diagnósticos de retraso mental no contemplan ningún criterio de exclusión; por tanto, el diagnóstico debe establecerse siempre que se cumplan los criterios establecidos, independientemente de la posible concurrencia de otro trastorno.

Un diagnóstico de retraso mental difiere de un diagnóstico de trastorno del aprendizaje o de trastornos de la comunicación no asociados a retraso mental en que, en estos dos últimos, se observa la alteración del desarrollo en un área específica, pero no existe una afectación generalizada del desarrollo intelectual, ni necesariamente deficiencias significativas asociadas en dos o más áreas de habilidades adaptativas.

Consideramos a la población con CI entre 71 y 84 como población con una inteligencia baja y no con una deficiencia intelectual.

El proceso de evaluación seguirá estos pasos:

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Tratamiento

Los criterios de la AAMR y las bases cognitivo-conductuales para la evaluación y la intervención permiten prestar atención no sólo al individuo, sino también a su ambiente o medio donde se desenvuelve (esquema de análisis ecológico-funcional).

La identificación de las áreas curriculares puede realizarse tomando como referencia las 10 áreas de habilidades de adaptación planteadas por la AAMR en su manual de 1992. Las diez áreas son:

  1. Comunicación
  2. Cuidado personal
  3. Habilidades de vida en el hogar.
  4. Habilidades sociales
  5. Utilización de la comunidad
  6. Autogobierno
  7. Salud y seguridad
  8. Habilidades funcionales
  9. Ocio
  10. Trabajo

Intervención en personas con retraso mental en transición a la vida adulta

Podemos distinguir varias fases en la preparación de un joven con retraso mental para una adecuada transición:

  1. Identificar intereses y capacidades del individuo.
  2. Ayudar a desarrollar, poner en marcha y evaluar un plan de acción.
  3. Crear oportunidades de empleo. Ello requiere proporcionar experiencias de empleo/trabajo en la etapa escolar, desarrollar relaciones continuadas con empresarios de la comunidad, lograr buenos emparejamientos estudiante/trabajo y proporcionar apoyos en el trabajo.
  4. Crear oportunidades de vida independiente, lo que implica proporcionar experiencias previas n entornos reales y, posteriormente, proporcionar apoyos en la vivienda.

Uno de los programas en lengua española con mayor respaldo de la investigación es el Programa de Evaluación y Orientación Profesional (PEPO). La evaluación ha de incluir un análisis de aspectos médicos, capacidades físicas, competencias sociales, etc. Y todo ello debe relacionarse con las áreas de habilidades adaptativas y ambientes donde se prevé que el joven se desenvuelva en un futuro más o menos próximo. La realización de un plan de transición escrito en el que se detecten las necesidades de apoyo en las diferentes áreas de habilidades adaptativas, así como las personas responsables de proporcionar dichos apoyos.

Centrándonos en la preparación para el empleo, deben seguirse una serie de pasos secuenciados, que comienzan con el análisis del mercado laboral de la comunidad y el análisis de empresas.

Se destaca la necesidad de evaluar fundamentalmente el desempeño actual del estudiante, no su potencial. Destaca la importancia de la evaluación basada en el criterio, más que la evaluación normativa. Los resultados de esta evaluación deben plasmarse en un perfil individualizado de los apoyos necesarios, indicando la intensidad de los mismos en cada una de las dimensiones. Ello requiere asumir unas funciones que van más allá de las estrictamente educativas, tales como analizar el entorno (apoyos existentes en la familia, comunidad, etc.) para determinar los apoyos más adecuados a cada caso.

Anexos

Formulario de salida en la planificación de la transición

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Formulario para el análisis de las empresas

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