Para solucionar este problema llevamos a cabo un experimento. El experimento fue ambicioso en varios aspectos. En primer lugar, quisimos comprobar si los niños autistas podían detectar significados en una muestra de gente «muy poco natural”. Las muestras consistían en secuencias de vídeo en las que aparecían personas representadas simplemente por puntos de luz. Lo que hicimos fue pegar parches fosforescentes en los miembros y torso de una persona y filmar a esa persona haciendo cosas con poca iluminac ión. Con ello conseguimos que todo lo que se pudiese ver fuesen puntos de luz moviéndose a medida que la persona se movía. Cuando la persona andaba, los puntos de luz de sus pernas «andaban” también, y los de los brazos se balanceaban coordinadamente. Cuando la persona se sentaba, los puntos más altos se caían cerca de los más bajos, etc.
¿Por qué razón debíamos enfrentarnos al problema de filmar a una persona de esa manera tan peculiar? ¡Aquí estábamos nosotros montando un estudio en el que se le iba a pedir a los niños que juzgasen las emociones de dibujos de puntos en movimiento! Como si los experimentos que tratan de evaluar la sensibilidad emocional no fueran ya lo suficientemente antinaturales.
Hay un dato curioso acerca de esas muestras de p untos en movimiento. Es algo que demostró un psicólogo sueco llamado Johansson a principios de los 70. Lo curioso es que cuando se miran esos puntos, es muy difícil que lo que se vea sean puntos. Lo que ve a través de su movimiento es una persona. No hay ninguna duda al respecto, está viendo a una persona haciendo cosas.
He exagerado un poco al decir que apenas se ven puntos, porque por supuesto se ven, pero esto es sólo periférico en la conciencia. Lo que es central, es la percepción de una persona. Johansson demostró que, para reconocer que lo que está dibujado es una persona, un ser humano necesita ver sólo breves exposiciones de una representación de este tipo de puntos en movimiento. Uno se da cuenta de que lo representado es una persona de forma rápida y automáticamente y no de una forma lenta o con esfuerzo. Ello parece sugerir que las representaciones son a la vez poco naturales, en el sentido de que uno nunca ve seres humanos aparentando mover pequeños puntos luz, y de alguna manera «naturales” en el sentido de que el sistema perceptivo humano está sintonizado con alguna clase abstracta de combinación de dibujo y movimiento característicos de una persona y la capta (aunque parezca extraño) en estos estímulos artificiales. Es como si las representaciones se dirigiesen hacia un mecanismo de nuestra mente especializado en detectar personas. No hay necesidad de pensar ni de llevar a cabo ningún juicio consciente… simplemente se ve una persona.
Esto nos debería llevar a preguntarnos si ese mecanismo del cerebro estuviera ahí desde la primera infancia. A lo mejor es algo que está dentro de nuestro sistema nervioso, de manera que también los bebés pueden percibir personas sin tener que pensarlo.
Se han hecho experimentos en los que se han most rado representaciones de este tipo a niños pequeños. La técnica consiste en ver si los niños prefieren mirar más a un dibujo de puntos en movimiento que a otro. Si esto es así, puede indicar que los niños encuentran algo interesante y con significado en su representación preferida. Los experimentos mostraron que los niños de 5 meses preferían mirar a las cintas de vídeo de personas de puntos de luz andando más que mirar a puntos de luz moviéndose al azar. Por otra parte, la preferencia desaparecía cuand o los puntos de luz de personas estaban representados de tal manera que hacían que las imágenes no tuvieran sentido, por ejemplo boca abajo. Parece, por tanto, que los humanos sintonizan con los movimientos de la gente desde muy jóvenes.
Esta es la razón por la que decidimos usar representaciones de puntos en movimiento para examinar cómo las personas con y sin autismo perciben aspectos significativos del mundo social. Nuestro objetivo fue examinar si lo hacían de la forma que se considera natural. Es natural ver sun ser humano «en” los puntos en movimiento, siempre que la forma exprese movimientos característicos de una persona. Y esto, a pesar de que los puntos son una forma muy poco natural de ver a una persona.
Esta falta de naturalidad era algo importante para lo que estábamos intentando hacer. Nos planteamos que, por el hecho de que los niños nunca antes habían visto puntos de luz de personas, sería difícil para niños con autismo hacer una lectura de las expresiones por una vía «intelectual”. Incluso aún cuando en la vida real hubieran aprendido que una combinación particular de una boca torcida hacia abajo y un cuerpo caído es lo que llamamos «triste”, sería poco probable que pudiesen aplicar estos tipos de análisis no emocionales a los gestos de los puntos de luz. Por todo ello pensábamos que las estrategias que iban a utilizar las personas con autismo al juzgar las expresiones corporales nos iban a desconcertar.
Esto me lleva a la segunda razón por la que este estudio fue ambicioso. El objetivo de un experimento es mostrar lo que un individuo determinado puede hacer, además de lo que encuentra difícil de hacer. Ello revela que la falta de habilidad es de una clase específica. Y evaluar la habilidad de los niños para leer expresiones emocionales supone un importante problema, puesto que es casi imposible encontrar una tarea similar que no tenga que ver con emociones. En investigaciones previas recogimos evidencias de que los niños con autismo tienen dificultad para leer el significado de las expresiones emocionales. ¿Pero cómo de específico es este déficit? ¿Podrían tener éxito los niños en un test en el que tuvieran que leer significados no emocionales del comportamiento de la gente e incluso significados expresados en algo tan particular como representaciones de puntos de luz?
Nuestra primera fuente de preocupación estaba relacionada con si las personas con autismo percibirían algún significado en las representaciones de puntos de luz.
Simplemente no lo sabíamos. Algunas teorías sugieren que los niños con autismo son incapaces de integrar patrones, de manera que tienden a percibir las cosas en parte más que percibirlas como «totalidades”. Era muy posible que los niños con autismo fuesen totalmente incapaces de ver personas en nuestros puntos en movimiento, en cuyo caso no teníamos ninguna esperanza de mostrar que pudiesen ver algunos aspectos más sutiles (pero solo algunos) de significado personal. Así que el primer objetivo fue descubrir si podían percibir esos puntos como personas.
Luego había una segunda incógnita. En este caso la incógnita era si nuestra tarea de control serviría para este objetivo. Decidimos contrastar las habilidades de los niños para percibir emociones y otras actitudes con sus habilidades para percibir acciones. Nuestra preocupación era que realmente no sabíamos qué resultados obtendríamos. En teoría así es exactamente como tendrían que ser las cosas cuando se lleva a cabo un experimento, pero es poco habitual que uno esté tan inseguro.
La razón de que estuviéramos inseguros estaba en parte relacionada con el alcance de nuestra teoría. La idea es que los niños con autismo no experimentan un contacto intersubjetivo normal con los demás. Si un niño experimenta un vínculo entre sus sentimientos y los de los demás, la teoría desaparece, y surgen serias dificultades. Mientras que para la teoría es esencial el hecho de que exista una incapacidad para sintonizar y responder a los sentimientos, sin embargo no es esencial que la insensibilidad de los niños con autismo con respecto a los sentimientos sea específica a los sentimientos. Se podría dar el caso de que los niños fuesen incapaces de ver los movimientos de otras personas como acciones orientadas a un fin. Por ejemplo, podrían ver a alguien que abre una puerta, pero pensar simplemente que una persona mueve el brazo de una forma determinada, o podrían ver a alguien cavando con una pala pero ser incapaces de saber qué es lo que esta persona está intentando hacer. Según nuestra teoría, un problema en la interpretación de acciones, por sí mismo, no conduciría a un cuadro de autismo, sino que este déficit podría existir conjuntamente con la dificultad en leer y responder a los sentimientos.
No parecía conveniente renunciar al objetivo de comprobar si los niños eran capaces de juzgar acciones, ya que había una faceta de la conducta corporal de las personas que podría tener significado para las personas con autismo, o por lo menos ser más significativa que los aspectos emocionales del comportamiento. Si resultaba que los niños autistas que estábamos examinando no solamente podían percibir puntos de luz en movimiento como personas, sino que también podían percibir las acciones de esas personas de puntos de luz como acciones con un sentido … y tenían dificultades para percibir los sentimientos que expresaban los puntos de luz de personas … habríamos demostrado que hay un déficit específico en estos niños para percibir emociones. Habría evidencia de que los niños poseen lo que es necesario para prestar atención e interpretar las acciones representadas, pero que les falta algo que es necesario para percibir los estados emocionales.
Nuestro experimento tenía tres partes. El objetivo de la primera parte era comprobar si nuestros participantes podían percibir los punto s en movimiento como seres humanos. El objetivo de la segunda parte era examinar si espontáneamente veían y comentaban los aspectos emocionales que expresaban las personas de puntos de luz, o si simplemente veían las acciones representadas, o si no veían nada en absoluto que tuviese sentido. El objetivo de la tercera parte era comprobar si los niños podían identificar acciones y sentimientos concretos de una forma precisa, cuando se les pedía expresamente que lo hiciesen.
Los sujetos que utilizamos en la mayoría de las pruebas fueron 13 niños y adolescentes con autismo y 13 niños y adolescentes no autistas con retraso mental igualados en edad y nivel verbal. También incluimos otro grupo equiparable de niños de desarrollo normal de igual capacidad pero er an mucho más jóvenes que los de los otros dos grupos que tenían retraso mental (su edad estaba entre 6 y 8 años, lo que da una indicación del nivel intelectual de los otros participantes). Para evitar complicaciones con la descripción, baste decir que los resultados de los niños de desarrollo normal y los de los niños no autistas con retraso mental fueron bastante similares. Las tres partes del experimento fueron las siguientes:
Nuestro primer objetivo fue comprobar si los niños de cada grupo eran capaces de ver los puntos en movimiento como personas, incluso cuando las representaciones de puntos eran mostradas en breves espacios de tiempo. Iniciamos la prueba mostrando una visión normal de una caja, y después atenuamos su aspecto de tal forma que sólo eran visibles los puntos de luz sujetos a las esquinas de la caja. A continuación movíamos la caja. Con esta y con otras exposiciones de objetos presentados como puntos de luz, enseñábamos a los participantes a adivinar a qué objetos estaban pegados los puntos.
Para la tarea en cuestión, comenzamos mostrando una breve exposición de un objeto (en concreto, una bicicleta) representado por puntos de luz en movimiento. La primera exposición sólo duró 40 mi lésimas de segundo. Se le pidió al niño que adivinara a qué objeto estaban pegados los puntos. La siguiente exposición fue del mismo objeto pero desde otra perspectiva, y esta vez aparecía durante 80 milésimas de segundo, repetimos este método aumentando sucesivamente el tiempo de exposición hasta 5 segundos. Después de cada exposición el niño tenía que adivinar de qué objeto se trataba. Después repetíamos exactamente el mismo procedimiento con los puntos de luz representando otro objeto, esta vez una p elota botando. Llegados a este punto, introdujimos la primera persona representada por puntos de luz, otra vez comenzando con un tiempo de exposición muy breve y aumentándolo de forma progresiva en cada exposición. Siguieron otros dos objetos, primero unas tijeras abriéndose y cerrándose y después una silla a la que se hacía girar y el experimento concluyó con una secuencia final en la que los puntos de luz representaban a una persona caminando.
Los resultados fueron claros – y afortunadamente fueron el tipo de resultados que necesitábamos para que el resto de nuestro experimento tuviese sentido. Casi todos los participantes de cada grupo fueron capaces de reconocer objetos y gente en las exposiciones de puntos de luz. Los participantes autistas fueron tan buenos en esta tarea como los no autistas. Muchos niños necesitaron tiempos de exposición tan breves como de 200 milésimas de segundo para decir que los puntos de luz estaban pegados a una persona, este tiempo fue menor que el necesitado para reconoc er la mayoría de los otros objetos. Por tanto, no hubo ninguna deuda de que en este aspecto tan básico del reconocimiento de personas, los niños con autismo podían descifrar nuestros puntos en movimiento sin dificultad.
En esta parte del estudio, presentamos secuencias de 5 segundos de duración de personas de puntos de luz haciendo gestos de sorpresa, tristeza, miedo, enfado y alegría respectivamente. Se veía, por ejemplo, a la persona temblando de miedo y dando pequeños saltos hacia atrás, o cabizbajo en una silla con los gestos típicos de alguien que está muy triste. Antes de pasar la prueba a los niños, comprobamos que los adultos que vieron las cintas de vídeo fueran precisos en un 100% al juzgar las expresiones.
Se les dijo a los niños: «Vais a ver algunos trozos de una película en la que aparece una persona moviéndose. Quiero que me digáis algo sobre esta persona. Decidme qué está sucediendo”. Tuvimos mucho cuidado de explicar las instrucciones y cualquier comentario en términos de «qué está sucediendo” sin hacer ninguna referencia a sentimientos ni a acciones.
Nuestras predicciones eran que los individuos con autismo diferirían de los individuos no autistas en que los primeros se fijarían más en las acciones que en las actitudes emocionales de la persona dibujada con puntos de luz.
Los resultados fueron que, entre los niños no autistas, todos menos uno hicieron algún comentario espontáneo, al menos en una ocasión, acerca del estado emocional de la persona. La mayor parte de este grupo hizo alguna referencia a las emociones al menos en dos ocasiones. En contraste, 10 de los 13 niños autistas no hicieron ninguna referencia a los estados emocionales (ni correcta ni incorrectamente) en ninguna de las 5 presentaciones.
La diferencia entre los grupos no se debió a una falta de respuesta. Al contrario, en cada una de las presentaciones todos los niños de cada grupo hicieron algún comentario significativo sobre lo que veían. Simplemente lo que ocurrió fue que los niños y adolescentes con autismo informaron más sobre los movimientos y las acciones de las personas que sobre sus sentimientos.
Los detalles de las respuestas de los niños y adolescentes con autismo parecen reflejar cómo perciben las expresiones de emoción. Los siguientes comentarios fueron típicos de este grupo. La figura triste se describió como «caminando y sentándose en la silla”, «caminando y agitando los brazos e inclinándose” y «caminando y ondeando sus brazos y arrodillándose … con las manos en la cara”. De la figura asustada se dijo que estaba «de pie sobre las puntas de los pies. andando hacia atrás”, y «moviéndose hacia atrás … como saltando”. La figura enfadada estaba «bailando al son de alguna música … dando unas pocas palmas”, «caminando y corriendo y agitando sus brazos”, y «caminando y asintiendo con la cabeza”. Hay una notable ausencia de significado emocional en estas descripciones.
Un aspecto que destacaba de esta tarea fue que casi ninguna de las respuestas fue «incorrecta”. No hay nada incorrecto en notar y comentar las acciones de una persona más que las actitudes emocionales de ésta. En realidad, tanto los participantes no autistas como los autistas hicieron frecuentes comentarios a las acciones representadas. Lo que distinguía a los grupos era que los participantes no autistas también hacían comentarios sobre alguno de los sentimientos que se expresaban. Muy pocos de los individuos con autismo parecían notar en lo más mínimo las emociones.
La tarea final estaba destinada a explorar con cuanta exactitud los niños y adolescentes podían poner nombre a las acciones y emociones, cuando se les pedía expresamente que lo hiciesen. En este punto estábamos estudiand o lo que tenía sentido para los participantes. Estábamos preguntando por acciones y emociones que ellos podían reconocer en las representaciones de puntos de luz, más que comprobar lo que percibían espontáneamente. Para esta parte del estudio añadimos cinco secuencias emocionalmente expresivas a las cinco ya descritas; éstas mostraban a la persona de puntos de luz en estados de dolor, aburrimiento, cansancio, frío y dolor. Cuando se mostraron estas secuencias una a una, dijimos: «Quiero que me digáis lo que la persona está sintiendo”. Al mismo tiempo que esta prueba, que incluía emociones y otras actitudes, había una prueba para el reconocimiento de acciones no emocionales: Levantar, cortar, brincar, dar patadas, saltar, empujar, cavar, sentarse, escalar y correr. Aquí la instrucción fue: «Quiero que me digas qué está haciendo la persona”.
Antes de analizar los resultados, tuvimos que ajustar la tarea eliminando tanto los ítems muy fáciles (los que todo el mundo podía resolver correctamente) como los muy difíciles (los que nadie podía solucionar). Resultó que dar patadas y saltar se incluyeron dentro de la primera categoría (muy fáciles) y sorpresa y aburrimiento dentro de la última categoría (muy difíciles). Una vez eliminados esos ítems, los dos conjuntos de ítems – emociones y otras actitudes por una parte y acciones por la otra – fueron de la misma dificultad para los participantes no autistas. Su puntuación media para cada secuencia fue de 6 sobre 8.
Las puntuaciones de los participantes con autismo no fueron significativamente diferentes en la tarea de acciones: tuvieron una media de 5 correctas sobre 8. Por otra parte, en la tarea de emociones y actitudes, tuvieron de forma muy marcada, menos éxito que los niños no autistas. Sus puntuaciones medias fueron de 2 correctas de cada 8. De nuevo, parecen tener verdaderas dificultades para leer los estados subjetivos de una persona, a pesar de que esta dificultad no se extiende a sus juicios sobre las acciones. Por ejemplo, cuando le preguntamos a un niño qué estaba sintiendo la persona «irritada” dijo: «rascándose … muchas pulgas”. Esta descripción tan vívida capta el componente de acción de lo que estaba pasando, pero el énfasis está en el «rascar”, no en el sentimiento que podría haber llevado a la persona a rascarse.
Es conveniente parar en este punto. Estos experimentos nos podrían ayudar a captar un aspecto muy profundo y complejo de la percepción humana. ¿Percibimos una sonrisa como una boca curvada hacia arriba y es después, a través de un proceso intelectual como decidimos que la forma de esa boca «significa” que la persona está contenta? O ¿percibimos directamente el significado de la sonrisa? ¿Vemos una boca curvada hacia arriba (o con cualquier otra forma particular) o tan sólo vem os una sonrisa? La última vez que un bebé de 3 meses le sonrió, ¿qué pasó? ¿Prestó atención a la forma de su boca? ¿Podría haber evitado reaccionar con un sentimiento? ¿Y no es el sentimiento algo que está incluido en el concepto que tenemos de sonrisa ? O para mostrar un ejemplo. ¿No es nuestra respuesta emocional a los gestos y conducta de tristeza de una persona parte de la percepción del dolor de esa persona?
Puedo ver el dolor ajeno
Y no sentir también esa pena?
No, no, eso nunca puede pasar,
Nunca, nunca puede pasar.
William Blake
La situación podría ser diferente para los niños con autismo. A lo mejor estos niños son únicos en la medida en que no pueden ver, «sintiéndolas”, las penas y las alegrías de los otros. U na consecuencia que puede extraerse es que son incapaces de compartir sentimientos con los demás de la manera en que es natural, tal y como sugiere Blake, tan vital en los asuntos y las relaciones humanas.
Este compartir también es vitalmente importante para el desarrollo. Siendo «influido” es como uno se da cuenta de que la gente puede tener distintas perspectivas. A lo mejor la forma más básica e importante de experimentar y más tarde de entender lo que son las distintas perspectivas psicológicas, sea el sentirse emocionalmente influido por los demás. Si esto es así, los déficits en la relación intersubjetiva entre el niño y los otros podría tener efectos a largo plazo en la habilidad del niño para empalizar y entender la mente de los otros. Estos déficits también podrían tener efectos en la habilidad del niño para cambiar la perspectiva de pensamiento. De esta manera es como podríamos plantearnos que la teoría de Kanner explica mucho más de lo que habíamos pensado sobre el síndrome de autismo.